En un panorama económico y social incierto, la industria de la construcción en Bolivia se enfrenta a una serie de oportunidades qke ponen foco tanto en la producción como a la demanda de proyectos inmobiliarios, un escenario donde la innovación tecnológica y el enfoque hacia la sostenibilidad se perfilan como los elementos clave para reactivar y consolidar a este sector, uno de los pilares de la economía nacional.

Parte de estos retos están particularmente relacionados con el sector del cemento y hormigón, los cuales atraviesan un proceso de recuperación lenta y ciertos obstáculos. Según datos oficiales, la producción de cemento ha crecido un 2,46% en 2024 en comparación con el año anterior, aunque este incremento apenas supera las cifras alcanzadas en 2019.

A pesar de este crecimiento, la industria sigue lidiando con problemas económicos significativos debido a una capacidad instalada que supera los 10 millones de toneladas, pero con hornos que operan a media capacidad, lo que ha generado dificultades para las empresas del sector, especialmente en la construcción de viviendas y edificios.

Además de la capacidad de producción, la industria enfrenta una caída en el número de permisos de construcción, con una reducción del 10,69% en 2024, fenómeno relacionado con el aumento de precios de los materiales y la escasez de insumos importados.

Desde el Instituto Boliviano del Cemento y del Hormigón (IBCH), el gerente Marcelo Alfaro ha señalado que las dificultades en la importación de insumos y maquinaria, sumadas a la escasez de diésel, complican aún más la distribución de productos clave para la construcción. Además, el contrabando de cemento hacia países vecinos, como Perú, ha emergido como un fenómeno paralelo; el cemento boliviano resulta más barato debido a la diferencia en el valor del dólar.

A pesar de los desafíos, Alfaro destaca la resiliencia de las cementeras bolivianas, muchas de las cuales continúan buscando innovaciones tecnológicas y mejoras en la eficiencia productiva para mantenerse competitivas.

En 2024, se aprobó una nueva 'Norma Bolivia' para cementos por desempeño (NB 121001), la cual tiene como objetivo reducir las emisiones contaminantes y mejorar la calidad de los productos, la cual permitirá a las cementeras del país adoptar prácticas más ecológicas, impulsando el uso de combustibles alternativos y la incorporación de adiciones como la puzolana, lo que reducirá la huella de carbono en la producción de cemento.

Por otro lado, la tecnología juega un papel esencial en la modernización del sector. En las plantas de cemento, las inversiones en control de calidad y análisis químico han permitido garantizar una mayor uniformidad en los productos.

Además, en la infraestructura vial, el uso de tecnologías innovadoras como el suelo-cemento y el pavimento fibro-reforzado ultradelgado ha demostrado su eficacia en la reducción de costos y la mejora de la durabilidad de las vías. Proyectos emblemáticos como la autopista La Paz-El Alto han sido pioneros en la implementación de estas soluciones, que, además de ser más eficientes, contribuyen a la sostenibilidad del entorno.

Las perspectivas para 2025 apuntan a un crecimiento moderado en el sector de la construcción, a pesar de las condiciones económicas complejas y los retos propios del ciclo electoral. Se espera que el aumento en proyectos de infraestructura pueda impulsar parcialmente la actividad, pero los desafíos financieros, junto con la dificultad para importar insumos, podrían limitar el impulso del sector.

“Mantenemos el optimismo de mejores días para la construcción en Bolivia”, concluyó Marcelo Alfaro, señalando la resiliencia y capacidad de adaptación del sector ante la incertidumbre.

Innovación y sostenibilidad, claves para el repunte del sector de la construcción en un panorama incierto

En este ámbito destaca la resiliencia de las cementeras bolivianas, muchas de las cuales continúan buscando innovaciones tecnológicas y mejoras en la eficiencia productiva para mantenerse competitivas