De acuerdo a un reportaje de The Economist, publicado el 18 de abril, Bolivia está al borde de una crisis económica. Tras dos décadas de políticas estatistas, el modelo económico del país está en quiebra y, sorprendentemente, el gobierno niega que haya un problema. Además, es posible que el presidente Arce no pueda negar los problemas de Bolivia por mucho más tiempo.

El artículo empieza con un sugerente pretítulo que describe magistralmente la presente coyuntura: “sin gas y sin buenas ideas”. Tal como lo hicieron las Calificadoras de Riesgo, The Economist muestra los principales síntomas de la crisis y hace un recuento de sus causas. Entre las señales más inmediatas se menciona la creciente demanda de dólares, la decisión del BCB de dejar de publicar los datos sobre las reservas de divisas, la escasez de dólares en las

casas de cambio, la venta directa de dólares por el ente emisor y las programaciones futuras de venta (extendidas hasta julio), la inquietud existente entre los inversionistas y pérdida de la mitad del valor de los bonos soberanos de Bolivia.

Como causas se indica la nacionalización de los hidrocarburos, la aplicación de un tipo de cambio fijo, la política de subvenciones, el elevado endeudamiento, el gasto público y los déficits fiscales persistentes y grandes durante una década

Anticipándose al reclamo gubernamental sobre la falta de equilibrio en los análisis internacionales, The Economist menciona los logros alcanzados por la economía boliviana: un sólido crecimiento gracias a las exportaciones de gas natural, la acumulación de reservas, la reducción de la pobreza, el incremento del PIB per cápita y la baja inflación.

Pero citó también temas que los reportes oficiales suelen pasar por alto: que tras la asunción de Evo Morales (2006) las instituciones multilaterales condonaron la deuda de los países más pobres del mundo, incluyendo la de Bolivia, y que en 2006 los precios del gas se duplicaron a máximos históricos en 2006.

“Milagro insostenible”

“Los expertos elogiaron el milagro económico de Bolivia. Pero no era sostenible. El gobierno gastó gran parte de las ganancias inesperadas del gas natural en subsidios al combustible, empresas estatales ineficientes y en apuntalar el tipo de cambio”, precisa The Economist, tras añadir que “el gobierno se negó a ajustar sus políticas cuando cayeron los precios del gas, en cambio, acumuló deudas y utilizó sus reservas para financiar sus costosos subsidios” y concluir que “tales políticas estatistas y populistas han inhibido la inversión”.

También a la publicación le sorprende la testarudez del gobierno en negar la existencia de problemas en la economía boliviana. Califica como “rara” la entrevista que dio el presidente Luis Arce, en la que reivindicó el modelo, ratificó el tipo de cambio fijo y las subvenciones, y rebatió los bajos pronósticos de crecimiento de los organismos internacionales, asegurando

que nuevamente “los va a decepcionar”. Arce calificó como “transitoria” la inusual demanda de dólares. El mandatario mantuvo hasta entonces un prudente silencio.

Como la intervención presidencial dejó sabor a poco, su vocero intentó tranquilizar a la población anunciando que, en las siguientes semanas, habrá “una importante” cantidad de ingreso de dólares en la economía nacional para “aliviar la presión sobre las divisas”. “En lo inmediato, no queremos decir en 48 horas, estamos hablando de 30 a 60 días”, comentó Jorge Richter, mencionando tres fuentes: las exportaciones, créditos internacionales y la ley del Oro.

Continúa el vacío de información respecto al nivel de las reservas internacionales. Declaraciones de las autoridades económicas mencionaron una cifra de 3.200 millones de dólares. “Durante el último mes, el banco central convirtió casi 500 millones de dólares en DEG (derechos especiales de giro) a dólares para cubrir la demanda de divisas”, comenta The Economist, mientras que la Calificadora Standard & Poor’s afirma que “es probable que la

situación (de las RIN) se haya deteriorado aún más desde que el banco publicó los últimos datos semanales en febrero”.

Necesidad con cara de hereje

Ante la urgencia, el gobierno tuvo una sorpresiva reunión con el representante diplomático de EE.UU. y el Ministro de Economía, Marcelo Montenegro, viajó a Washington, a la Asamblea del FMI, para gestionar algunos créditos, lo que despertó la ira del jefe del MAS, que opinó que “el

endeudamiento con los organismos del imperio es sometimiento”.

A su retorno, Montenegro introdujo en el análisis un nuevo elemento: el factor político. “No es un problema económico como tal sino de fricciones políticas que impiden que la economía siga avanzando”, señaló al exhortar a los parlamentarios la aprobación inmediata de un paquete de créditos. Aludió a un virtual secuestro de la economía por cuestiones políticas.

Detalló específicamente dos créditos que esperan la aprobación. Uno del BID por 500 millones de dólares, otro de JICA por 130 millones, además de la Ley del oro. Mencionó que en carpeta están unos 1.800 millones, lo que permitirían paliar la delicada coyuntura.

El ministro Montenegro admitió que “la economía boliviana está sorteando una serie de dificultades”, por lo que exhortó “a los asambleístas que depongan actitudes de fricción innecesarias y nos aboquemos a una gestión económica”. Agregó que la solución a la crisis “depende de salir de esta fricción política y de ahí en adelante la economía va a empezar a tener nuevamente oxígeno en términos de liquidez”.

S&P baja la calificación

La autoridad indicó que durante su estadía en Estados Unidos conversó con los organismos internacionales y Calificadoras de Riesgo, a quienes explicó sobre la evolución de la economía, lo que, en su criterio, incidió una leve mejora en la cotización de los bonos soberanos.

Sin embargo, de inmediato, se conoció que Standard & Poor’s bajó la calificación de Bolivia de “B” a “B-”, decisión que atribuye al debilitamiento de la liquidez externa del país. Se asigna una perspectiva negativa que refleja los riesgos de que una nueva baja en las calificaciones en los próximos 12 meses ante la “ausencia de medidas que limiten la pérdida de liquidez externa y

restablezcan la confianza de los inversionistas”.

Coincidente con el análisis gubernamental, S;P afirma que “las divisiones políticas han limitado la capacidad de las autoridades para implementar políticas oportunas tendientes a reducir las vulnerabilidades externas”.

Salida difícil

La publicación inglesa remarcó que “Arce no tiene una salida fácil de la crisis”. Explica que la producción de gas se ha desplomado en un tercio desde 2014. Las exportaciones de gas a Argentina y Brasil se verán disminuidas pues tales países han enriquecido sus propias fuentes de suministro. Las inversiones privadas en hidrocarburos en Bolivia no presentan un panorama alentador debido a la legislación vigente.

Si bien el gobierno ha puesto los ojos sobre el litio para reemplazar al gas como fuente de ingresos, los avances en la explotación de este recurso son todavía modestos, a diferencia de lo que sucede con Chile y Argentina. Se desconocen los detalles del acuerdo con una empresa china, lo que anticipa conflictos en caso de las regiones productoras no se sientan suficientemente compensadas con la explotación de este recurso. Este panorama retrasaría la

producción.

El aterrizaje brusco de la economía boliviana puede verse suavizado por dos realidades: el carácter concesional del endeudamiento externo y la gigantesca economía informal.

El reportaje cita al economista Carlos Gustavo Machicado de la Universidad Católica, quien señala “Se avecina una crisis de balanza de pagos, como en 1982”, año en que Bolivia entró en una crisis que terminó en hiperinflación.

Los signos de presión financiera están por todas partes. Ha surgido un mercado paralelo de divisas, los sindicatos afines al gobierno presionan por un incremento salarial (10%), Algunos analistas anticipan un incremento en los precios lo que podría elevar la inflación, generando el descontento ciudadano.

Sin gas y sin buenas ideas, Bolivia al borde de una crisis

Bolivia está al borde de una crisis económica.