En Bolivia, los food trucks suelen ser pequeñas camionetas y furgonetas que venden comida

precocida o productos congelados y los hay también acoplados remolcados por otro vehículo.

Los más equipados incluyen una plancha para sofreír los productos, un microondas o un horno

para pizzas. En otros países son vehículos de mayores dimensiones dotados de su propia

cocina. Tienen la facilidad de desplazarse en un mismo día a los eventos con mayor

concurrencia.

La calle 15 de Calacoto en La Paz es el área donde los food trucks son protagonistas. Por las

noches, de martes a sábado, presentan una variada oferta gastronómica de comida rápida. La

atención se extiende de 7 a 10 de la noche y en fines de semana se prolonga hasta la

medianoche por una mayor clientela.

En plena esquina resalta la camioneta roja La Catrina (calavera), una figura icónica de la

cultura mexicana. Su especialidad son los tacos con tres variedades de carnes, tortas (nombre

que en México reciben los sándwiches) y las gringas, un tipo especial de quesadillas.

Moisés Gutiérrez, encargado de la atención, explica que el food truck pertenece al restaurante

homónimo donde se realiza la pre cocción de la comida, que recibe los últimos toques de

preparación en el carrito, antes de su venta.

La escasez de dólares entrabó la dinámica del negocio que trabaja con productos importados

para dar la autenticidad que requiere el producto, por lo que hubo que ajustar los precios.

A su lado está la Pizzería Napolitana Albahaca de Manuel Barriga, cuyo principal atractivo es

su elaboración con masa madre. En una reducida mesa de trabajo, Manolo espolvorea harina,

aplana la masa con gran habilidad y prepara la pizza, que luego es introducida por un ayudante

en un pequeño horno adaptado en el food truck.

Las variedades más preferidas son la hawaiana, la carnívora y la de tocino y ciruelas. La carta

incluye una versión vegetariana. Su masa es inigualable. La calidez en el trato, por parte del

propietario, le ha granjeado muchos amigos que se acercan para un pedido o simplemente

para saludarlo.

Manuel está cuatro años en este negocio. Trabajaba en el rubro de la construcción, pero tras la

pandemia tuvo que reinventarse.

Asegura que, aunque el producto se sigue vendiendo, el negocio ha disminuido por situación

económica, habiendo rebajado el número de sus clientes.

La oferta gastronómica del food truck C&C Alitas comprende hamburguesas, alitas, pollo y

pique macho. Su propietario tiene tres años en el lugar y proyecta ampliar su presencia en

alguna otra zona de la ciudad. Lleva todos los productos precocinados y termina de

prepararlos en su movilidad para la venta del día.

Aunque sus principales ventas se registran los fines de semana, por fidelidad a sus clientes

atiende desde el lunes. Detalla que, más allá de las cinco horas que destina a la venta, invierte

otras tantas en la preparación del menú.

En horario diurno, en la misma calle 15, Jeffrey Zelaya atiende desde hace 4 años en su food

truck Reyna Donna. Empezó con comida rápida tradicional, en la calle 18, pero después

cambió de rubro para ofrecer las rosquillas dulces.

Las donas son la estrella del negocio. Incluye 8 sabores entre los que destacan chocolate,

chocolate con almendra y glaseados de vainilla, limón, maracuyá y frambuesa, todos

preparados con jugos naturales. Su oferta se amplió a empanadas con queso fritas y api. La

carta incluye un café de especialidad, muy apreciado, proveniente de Los Yungas.

Sus clientes son adultos, mayoritariamente mujeres. Los oficinistas de la zona son sus

principales compradores, aunque muchos de sus clientes se trasladan al lugar desde otras

zonas de la ciudad. La escasez de dólares afecta al negocio que se ve impedido de importar sus

aderezos (toppings), productos premium de origen peruano. La crisis bajó sus ventas.

Food Trucks, cocinas sobre ruedas